lunes, 12 de abril de 2010

LA NUEVA ALIMENTACIÓN: ALIMENTOS TRANSGÉNICOS.

Historia.

En 1983 se creó la primera planta transgénica y en 1994 apareció el tomate Flavr Svr, el primer alimento modificado genéticamente.

Mientras que el rechazo a los cultivos transgénicos y OGM (Organismos Genéticamente Modificados) está muy extendido en Europa, sin embargo, son plenamente aceptados en Estados Unidos (63%), Argentina (21%), China (4%).


Se calcula que en los próximos cinco años unos diez millones de agricultores de 25 países sembrarán 100 millones de hectáreas de cultivos transgénicos.

Desde siempre el hombre ha ido modificando los vegetales que utiliza como alimento. Por ejemplo, las coles de Bruselas y la coliflor son variedades artificiales de la misma planta (aunque no lo parezcan) . Lo mismo se puede decir de las decenas de variedades de manzanas, maíz, patatas, etc. Sin embargo, la ingeniería genética permite ahora llevar a cabo, en pocos años y de forma controlada, lo que antes podía costar décadas o siglos, o conseguir efectos que sólo estaban en los sueños de los agricultores, pero que eran imposibles con las viejas técnicas de cruce y selección. La diferencia con la biotecnología moderna es que, si bien antes se mezclaban montones de genes casi al azar, ahora se trata de insertar en una determinada especie un gen específico procedente de otra para lograr un resultado muy concreto (cultivos que crezcan más deprisa, frutas, verduras y cereales resistentes a las plagas, eliminación de los pesticidas...).

La ingeniería genética se utilizó inicialmente (por su alto coste) para producir sustancias de usos farmacéutico, como la insulina, modificando genéticamente microorganismos.



Definición de organismo transgénico:




Un organismo modificado genéticamente (abreviado OMG, OGM o GMO, este último del inglés Genetically Modified Organism) es aquel cuyo material genético es manipulado en laboratorios donde ha sido diseñado o alterado deliberadamente con el fin de otorgarle alguna característica específica. Comúnmente se los denomina transgénicos y son creados artificialmente en laboratorios por ingenieros genéticos.

Las técnicas de ingeniería genética que se usan consisten en aislar segmentos del ADN (material genético) para introducirlos en el genoma (material hereditario) de otro, ya sea utilizando como vector otro ser vivo capaz de inocular fragmentos de ADN (Agrobacterium tumefaciens, virus), ya sea bombardeando las células con micropartículas recubiertas del ADN que se pretenda introducir, u otros métodos físicos como descargas eléctricas que permitan penetrar los fragmentos de ADN hasta el interior del núcleo, a través de las membranas celulares.

Al ser la manipulación en el material genético, este es hereditario, puede transferirse a la siguiente.

El maíz transgénico que se cultiva en España desde 1998 lleva incorporados genes de bacterias que le permiten producir una sustancia insecticida con la que la propia planta transgénica combate posibles plagas.

Hay patatas más dulces, tomates que tardan más en estropearse, café con mayor aroma y menos cafeína, trigo sin gluten, uvas sin pepitas, arroz con vitamina A o leches enriquecidas con fármacos… por citar sólo algunos de los más de 70 productos modificados que pronto podrían llegar a nuestros mercados si la Unión Europea cede a las presiones de la industria.

No sólo es falso que los cultivos transgénicos sean más productivos sino que son un 10% menos productivos en el caso del maíz y un 7% en el caso de la soja, los dos únicos cultivos transgénicos que de momento están autorizados en la Unión Europea para consumo humano.


España es el único país de la Unión Europea que cultiva transgénicos a gran escala y en 2007 se cultivaron unas 75.000 hectáreas de maíz modificado con genes de bacterias, entre ellos el MON 810.

El maíz se modifica con un gen que le hace resistente a la ampicilina, un tipo de penicilina. Al consumirlo, no es descabellado pensar que este gen puede llegar a aumentar nuestra resistencia a ese antibiótico, y que luego no sea efectivo para tratar enfermedades comunes.

El maíz, la soja o sus derivados industriales están presentes en más del 60 por ciento de los alimentos transformados, desde el chocolate hasta las patatas fritas, pasando por la margarina y los platos preparados.
Por este motivo, Greanpeace ha elaborado su “Guía roja y verde de alimentos transgénicos”, que se puede leer en su página digital, y que nos ayuda a detectar alimentos transgénicos.




¿Para que se obtienen vegetales transgénicos?



Actualmente existen, comercializados o en proceso avanzado de desarrollo, vegetales modificados para:

· Que tengan una vida comercial más larga.
· Resistan condiciones ambientales agresivas, como heladas, sequías y suelos salinos.
· Resistan herbicidas.
· Resistan plagas de insectos.

La modificación más interesante en animales sería conseguir vacas que incluyeran en la leche proteínas de la leche humana con efecto protector, como la lactoferrina.

Los expertos predicen que para el año 2005, el 25% de la producción agrícola en Europa lo será de productos genéticamente modificados. Habrá patatas con genes nuevos que impedirán al tubérculo absorber la mayoría del aceite en que se fríe, con lo que disminuirán las calorías que tiene una ración de patatas fritas.

Habrá frambuesas que resistirán a las heladas y que se cultivarán en países que nunca pensaron en hacerlo.

Habrá, posiblemente, plátanos transgénicos capaces de albergar en su interior vacunas.
Habrá campos de un trigo especial, transgénico, que producirá la mejor de las posibles harinas para fabricar pan.

La bioctecnología de la alimentación será entre otras cosas, según sus defensores, una ayuda para los países en vías de desarrollo, que podrán resolver más fácilmente la mayoría de los problemas que tienen actualmente para cultivar determinados alimentos.


Ventajas.



El principal avance de la Ingeniería Genética consiste en la capacidad para crear especies nuevas a partir de la combinación de genes de varias existentes, combinando también por lo tanto sus características.

Cultivos con genes de insectos para que desarrollen toxinas insecticidas o tomates con genes de pez para retrasar la marchitación han dejado hace tiempo de ser ciencia-ficción para constituir una realidad en nuestros días.

Permitir el cultivo de hortalizas en áreas desérticas hasta ahora estériles o aumentar el tamaño de los frutos cultivados son algunos de los adelantos que la utilización de este tipo de técnicas pueden aportar a la Humanidad, con los logros que supone hacia la erradicación del hambre en el Mundo. Lo que no se ha definido todavía es cómo compatibilizar estos objetivos con los intereses económicos de las empresas de biotecnología que los desarrollan.

Mejoras en el proceso industrial.

En cuanto a las aplicaciones en agronomía y mejora vegetal en sentido amplio, poseen tres ventajas esenciales:
  • Una gran versatilidad en la ingeniería, puesto que los genes que se incorporan al organismo huésped pueden provenir de cualquier especie, incluyendo bacterias.[1]
  • Se puede introducir un solo gen en el organismo sin que esto interfiera con el resto de los genes; de este modo, es ideal para mejorar los caracteres monogénicos, es decir, codificados por un sólo gen, como algunos tipos de resistencias a herbicidas.[2]
  • El proceso de modificación genética demora mucho menos que las técnicas tradicionales de mejoramiento por cruzamiento; la diferencia es de años, en frutales, a meses.


Ventajas para los consumidores.

Que fundamentalmente afectan a la calidad del producto final; es decir, a la modificación de sus características.

Producción de nuevos alimentos.

Posibilidad de incorporar características nutricionales distintas en los alimentos.

Vacunas indiscriminadas comestibles, por ejemplo: tomates con la vacuna de la hepatitis B.

Ventajas para los agricultores.

Mejoras agronómicas relativas a la metodología de producción y su rendimiento.

Aumento de la productividad y la calidad aparente de los cultivos.

Resistencia a plagas y enfermedades conocidas; por ejemplo, por inclusión de toxinas bacterianas, como las de Bacillus thuringiensis específicas contra determinadas familias de insectos.

Tolerancia a herbicidas (como el glifosato o el glufosinato), salinidad, fitoextracción en suelos metalíferos contaminados con metales pesados,[] sequías y temperaturas extremas.
Rapidez. El proceso de modificación genética demora mucho menos que las técnicas tradicionales de mejora por cruzamiento, que requiere varias generaciones para eliminar otros genes que se introdujeron en el mismo cruzamiento.[cita requerida]


Ventajas para el ambiente.

Algunos alimentos transgénicos han permitido una simplificación en el uso de productos químicos, como en el caso del maíz Bt, donde el combate de plagas ya no requiere el uso de insecticidas químicos de mayor espectro y menor biodegradabilidad.

Nuevos materiales .

Además de la innovación en materia alimentaria, la ingeniería genética permite obtener cualidades novedosas fuera de este ámbito; por ejemplo, por producción de plásticos biodegradables y biocombustibles.





Inconvenientes.

Resistencia a los antibióticos.


Para localizar las células en que se ha incorporado y activado el gen introducido, un método común es la introducción de genes que determinan cierta resistencia a unos antibióticos, de modo que al añadir el antibiótico sobreviven solo las células resistentes, con el gen de resistencia incorporado y activo, y probablemente también con el gen que se desea introducir.

Dicho método se utiliza con el fin de verificar que el gen de interés haya sido efectivamente incorporado en el genoma del organismo huésped.

Estos genes acompañantes son denominados marcadores, y no son necesarios para el resultado final, solo simplifican el proceso para lograrlo. Existen otros marcadores que no tienen relación con la resistencia a quimioterápicos, como los de auxotrofía.

Se teme que la inclusión de estos elementos en los alimentos transgénicos podría originar la transmisión de la resistencia a antibioticos las bacterias de la microbiota intestinal,[8]y de estas a organismos patogenos.No obstante, por orden de la FAO los alimentos transgénicos comercializados deberían carecer de los mencionados genes de resistencia.

Mayor nivel de residuos tóxicos en los alimentos.

Es un problema colateral al empleo de transgénicos. Algunos autores suponen que en las especies resistentes a herbicidas los agricultores los emplean en cantidades mayores a las que se podía usar anteriormente.

La posibilidad de usar intensivamente insecticidas a los que son resistentes los transgénicos hace que se vean afectadas y dañadas las especies colindantes (no resistentes). No obstante, existen evidencias científicas de que los cultivos de transgénicos resistentes a insecticidas permiten un menor uso de éstos en los campos, lo que redunda en un menor impacto en el ecosistema que alberga al cultivo.

Posibilidad de generación de nuevas alergias.

Un estudio científico de 1999 mostró la posibilidad de que los alimentos transgénicos produjeran algún tipo de daño. En él se indicaba que el intestino de ratas alimentadas con patatas genéticamente modificadas (expresando una aglutinina de Galanthus nivalis, que es una lectina) resultaba dañado severamente.

No obstante, este estudio fue criticado debido a la existencia de errores en el diseño experimental y en el manejo de los datos. Por ejemplo, se incluyeron pocos animales en cada grupo experimental (lo que da lugar a una gran incertidumbre estadística), ni se analizó la composición química con precisión de las distintas variedades de patata empleadas, ni se incluyeron controles en los experimentos y finalmente, el análisis estadístico de los resultados era incorrecto.

Dependencia de la técnica empleada.

La precisión en la obtención de recombinantes, por ejemplo en su localización genómica, es muy dependiente de la técnica empleada: vectores, biobalística, etc.

Contaminación de variedades tradicionales.

El polen de las especies transgéncias puede fecundar a cultivos convencionales, obteniéndose híbridos y transformando a estos cultivos en transgénicos. Este fenómeno ya ocurre con las variedades no transgénicas hoy en día. Además, la transferencia horizontal a bacterias de la rizosfera es posible.

Muerte de insectos no objeto.

Aunque el empleo de recombinantes para toxinas de Bacillus thuringiensis es, por definición, un método específico, a diferencia de los plaguicidas convencionales, existe una demanda comercial que provoca el desarrollo de cepas que actúan conjuntamente contra lepidópteros, coleópteros y dípteros. Este hecho podría afectar a la fauna accesoria del cultivo.

Impacto ecológico de los cultivos.

El posible riesgo sanitario ha sido desmentido para algunos OMGs, como el maíz resistente a glifosato.


Etiquetado de alimentos transgénicos.


Debido a la sensibilización del público en este campo y para cumplir el derecho que tienen los consumidores a saber lo que consumen, las legislaciones de muchos países empiezan a tener en cuenta este tema, obligando, por ejemplo, a rotular explícitamente los alimentos en cuya composición se incluyen los transgénicos. En Estados Unidos y Canadá no es necesario este etiquetado, pero sí en la Unión Europea, Japón, Malasia y Australia.

En el etiquetado ha de aparecer reflejada la siguiente información:
· Las propiedades alimentarias tales como la composición, valor nutritivo y/o el uso al que se destinen.
· La presencia de materias con determinados efectos sobre la salud no presentes en el producto equivalente ya existente.
· La presencia de un organismo modificado genéticamente (OMG) obtenido mediante alguna de las técnicas utilizadas para tal efecto.
· Además en el etiquetado de semillas de soja y maíz debe ir la siguiente información:
· Si el producto contiene lista de ingredientes deberán de figurar entre paréntesis bajo la mención: producido a partir de soja modificado genéticamente.
· Si el producto carece de lista de ingredientes las menciones señaladas deberán figurar en el etiquetado del alimento.


¿Por que los fabricantes se oponen al etiquetado de los productos transgénicos?


En el caso de productos como el tomate, es posible el etiquetado diferencial. De hecho, los tomates Flavr Svr suelen etiquetarse uno por uno. La compañía ganó en Estados Unidos el juicio contra los que querían obligarle al etiquetado individual. Pero después de esto, decidió libremente etiquetarlos, ya que consideraba (con razón) que su superior calidad debía quedar evidente para los consumidores.

En el caso de la soja, el etiquetado es casi imposible. La soja se manipula a granel, en cantidades enormes, y ya muchas granjas mezclan las distintas variedades nada mas cosecharlas. En los silos y barcos de transporte se mezcla todavía mas. Además, en el caso de la soja que no se come como tal ( casi toda) esto no tiene la menor importancia, ya que como se ha dicho, el aceite y la lecitina que se obtienen no contienen material genético.


Curiosidades:


¿Cómo se crea una planta transgénica?


 En ingeniería genética, los científicos utilizan enzimas de restricción para aislar un segmento de ADN que contiene un gen de interés, por ejemplo, el gen que regula la producción de insulina.
 Un plásmido extraído de su bacteria y tratado con la misma enzima de restricción puede formar un híbrido con estos extremos `pegajosos' de ADN complementario.
 El plásmido híbrido se reincorpora a la célula bacteriana, donde se replica como parte del ADN celular.
 Se puede cultivar un gran número de células hijas y obtener sus productos genéticos para uso humano.


Funcionamiento genético.

Si bien la ingeniería genética es una herramienta potentísima para la manipulación de los genes, actualmente existe un gran vacío de conocimiento sobre el funcionamiento genético de la planta o animal que se va a manipular. ¿Qué genes se activan y se desactivan a lo largo del ciclo vital de una determinada variedad de planta, cómo y porqué lo hacen? ¿Cómo influye el nuevo gen introducido en el funcionamiento del resto del genoma de la planta? ¿Cómo altera el entorno el encendido o el apagado de los genes de la planta cultivada?

Actualmente, todas estas preguntas se encuentran, en gran medida, sin respuesta.

La introducción de genes nuevos en el genoma de la planta o del animal manipulado provoca alteraciones impredecibles de su funcionamiento genético y de su metabolismo celular, y esto puede acarrear:

Producción de proteínas extrañas causantes de procesos alérgicos en los consumidores (estudios sobre la soja transgénica de Pioneer demostraron que provocaba reacciones alérgicas, no encontradas en la soja no manipulada).

Producción de sustancias tóxicas que no están presentes en el alimento no manipulado (en EE.UU, la ingestión del aminoácido triptófano, producido por una bacteria modificada genéticamente, dio como resultado 27 personas muertas y más de 1500 afectados).
Alteraciones de las propiedades nutritivas (proporción de azúcares, grasas, proteínas, vitaminas...) de los cultivos transgénicos.

De acuerdo a varios autores, los riesgos ecológicos más serios que presenta el uso comercial de cultivos transgénicos son (Rissler y Mellon 1996; Krimsky y Wrubel 1996):

La expansión de los cultivos transgénicos amenaza la diversidad genética por la simplificación de los sistemas de cultivos y la promoción de la erosión genética;

La potencial transferencia de genes de Cultivos Resistentes a Herbicidas (CRHs) a variedades silvestres o parientes semidomesticados pueden crear supermalezas;

CRHs voluntarios se transformarían subsecuentemente en malezas;

El traslado horizontal vector-mediado de genes y la recombinación para crear nuevas razas patogénicas de bacteria;

Recombinación de vectores que generan variedades del virus más nocivas, sobre todo en plantas transgénicas diseñadas para resistencia viral en base a genes vírales;

Las plagas de insectos desarrollarán rápidamente resistencia a los cultivos que contienen la toxina de Bt;

El uso masivo de la toxina de Bt en cultivos puede desencadenar interacciones potencialmente negativas que afecten procesos ecológicos y a organismos benéficos.

A pesar del hecho que en la mayoría de los países no existen regulaciones estrictas de bioseguridad para tratar con los problemas medioambientales que pueden desarrollarse cuando plantas diseñadas por ingeniería genética son liberadas en el ambiente. La preocupación principal es que las presiones internacionales para ganar mercados y aumentar las ganancias están empujando a las compañías a que liberen cultivos transgénicos demasiado rápido, sin consideración apropiada de los impactos a largo plazo en las personas o en el ecosistema.

La mayoría de las innovaciones en biotecnología agrícola están orientadas por la búsqueda de ganancias en lugar de la búsqueda de una respuesta a las necesidades humanas, por consiguiente el énfasis de la industria de la ingeniería genética realmente no es resolver los problemas agrícolas, sino el incremento de la rentabilidad.

La difusión de variedades modernas ha sido una importante causa de la erosión genética, cuando las campañas gubernamentales masivas animaron a los agricultores a adoptar variedades modernas empujándoles a abandonar muchas variedades locales.


¿Son los productos transgénicos peligrosos para el medio ambiente?


Efectos potenciales de la resistencia a herbicidas

Uso exagerado de herbicidas por parte de los agricultores, afectando al medio ambiente.

Efectos de la resistencia a insectos.

Reducción de la población de insectos, afectando a animales insectívoros (aves, murciélagos) al privarles de sus presas. Es un efecto muy poco importante, ya que solamente mata a aquellos insectos que pretenden alimentarse a expensas de la cosecha.


¿Pueden elevar el riesgo de creación de resistencias antibióticas en muchos microorganismos?


Otra de las acusaciones, sin mucho fundamento, que se vierten contra los alimentos genéticamente manipulados es la de su potencial para seleccionar microorganismos resistentes a ciertos antibióticos. La primera de las fases de manipulación de genes en casi todas las experiencias de creación de plantas transgénicas involucra el uso de segmentos de DNA resistentes a dos tipos de antibióticos: la kanamicina y la neomicina. Estos genes se utilizan como marcadores para seleccionar ciertas semillas y son genes que después de la primera fase no tienen trascendencia alguna en el resto del experimento.

Pero, sin embargo, los genes resistentes a antibióticos se quedan en la planta transgénica. Según los temerosos, este DNA puede pasar del tubo digestivo a los microorganismos que existen en la flora intestinal.

Puesto que ciertas bacterias del intestino son peligrosas si pasan a la sangre, si esto ocurriera esos gérmenes patógenos serían insensibles a la kanamicina y a la neomicina.

La capacidad de generar bacterias resistentes a la kanamicina y a la neomicina, es difícil de probar. En primer lugar, nunca se ha demostrado que un gen consumido por boca haya sido trasmitido a una bacteria del intestino. Los investigadores dudan de que esta posibilidad llegue a ser realidad alguna vez, ya que existen muchos condicionantes biológicos que la hacen ciertamente improbable.

Además, en el hipotético caso de que se trasmitiera este tipo de resistencia a una bacteria peligrosa para el hombre habría que tener en cuenta que tanto la kanamicina como la neomicina -los antibióticos usados en investigación transgénica- son tóxicos para el hombre y raramente usados en la clínica humana.

Obtención de una cerda transgénica.

Un gen híbrido que contiene el gen humano que codifica la síntesis de una proteína de interés biológico junto con el promotor del gen que codifica una proteína de la leche de rata, se introducen por microinyección en un óvulo de cerda fecundado.

El desarrollo de ese óvulo da lugar a un animal transgénico que tiene en todas sus células el gen híbrido. Debido al promotor elegido, ese gen solamente se expresa en la glándula mamaria de la cerda induciendo la producción de la proteína humana en la leche.

El ganado transgénico que se emplea para producir proteínas terapéuticas, debe contener en el ADN extraño de sus células, además del gen codificante de la proteína, una secuencia o promotor que haga que se exprese dicho gen en unas determinadas células solamente.

Por ejemplo, si se quiere que la proteína se produzca junto con la leche, el transen se fusiona con una secuencia reguladora de una proteína de la leche, con lo que la proteína sólo se formará en las células de glándulas mamarias.

Esto es lo que se hizo con la oveja Tracy en 1992, la primera oveja que produjo una proteína humana, la alfa-antitripsina bajo la dirección del promotor ovino de la beta-lactoglobulina. Dicha proteína se produce en una cantidad de 35 g/l, la cual se emplea para curar el edema pulmonar.

Lo mismo se ha hecho para la famosa cerda Genie, que fabrica en su leche la proteina C humana que controla la coagulación sanguínea y es necesaria para los hemofílicos.

1 comentario:

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